La adopción de Emma, por Jessica y Mikael

Mother and child (© Ulrika Hallin)

La cardiopatía de Jessica llevó a los cardiólogos a recomendarle que no se quedara embarazada, así que ella decidió adoptar.

A Jessica le implantaron su primer marcapasos cuando tenía 10 años. Cuando nació, los doctores dijeron que lo más probable es que tuviera que pasarse la vida en una silla de ruedas. Pero Jessica era tenaz e hizo ejercicio para mantenerse en forma, de manera que, finalmente, no llegó a necesitar la silla de ruedas. A pesar de sus limitaciones físicas, Jessica decidió que quería tener un hijo, y no estaba dispuesta a tirar la toalla.

A mediados del verano pasado, Jessica y su marido Mikael viajaron a Colombia para conocer a la pequeña Emma, que tenía entonces casi tres meses. “Conocer a Emma fue una experiencia increíblemente fuerte”, dice Jessica. “Son muy intensas las emociones que surgen cuando vas a recoger a un bebé que sólo has visto en fotografías. La gente a veces se pregunta cuándo aparece el instinto maternal, pero lo cierto es que está ahí todo el tiempo y emerge durante el proceso de adopción”.

El proceso de adopción fue largo para Jessica y Mikael. Tuvieron que pelear durante varios años antes de ser aceptados como posibles padres adoptivos. Se les asignó una técnico responsable del caso que dudaba de que Jessica, debido a su cardiopatía congénita, pudiera ser una madre adecuada. La técnico comenzó a hacer averiguaciones, investigando en qué situaciones los padres con cardiopatías congénitas podían ser aceptados como padres adoptivos. “En opinión de la técnico, mi problema de corazón hacía que yo fuera un caso especial, y no estaba segura de cómo debía actuar”, dice Jessica. Aproximadamente un año después, a Jessica y Mikael se les asignó un nuevo técnico que se esforzó por conseguir que Jessica pudiera llegar a ser madre. El primer consejo que les dio fue que se casaran. Así lo hicieron y, a partir de ese momento, el proceso se desarrolló de forma más fluida. “Tienes que ser tenaz y mantenerte firme”, dice Jessica. “El mejor consejo que puedo dar a cualquiera que quiera adoptar es simplemente éste: no abandonar”. Jessica explica que solía enfadarse mucho con la gente que tenía a su alrededor durante el proceso de adopción: los doctores, el juzgado de familia y cualquiera que dudara de que aquello iba a funcionar. “Tienes que tener nervios de acero”. 

Buen estado de salud

“Los dos técnicos que se ocuparon de nuestro caso ante el juzgado de familia fueron fantásticos”, dice Jessica. “Nos ayudaron de verdad. Una de las cosas que nos dijeron es que yo debía estar en buen estado de salud”. Así que cuando fue a pasar el examen físico para demostrar que estaba suficientemente en forma, Jessica decidió pedalear en la bicicleta estática tan rápido como pudo. “Ya puede parar, es suficiente”, gritó la enfermera después de que Jessica hubiese estado pedaleando durante 25 minutos, a pesar de que no necesitaba pedalear más de 15 minutos. “Entonces el doctor me dijo que estaba en buen estado de salud”, explica Jessica.

El siguiente paso fue la vista del caso de seis horas en el juzgado de familia. Jessica se sentó en el estrado inferior y Mikael en el superior. “Nos preguntaron de todo: sexo, religión, nuestra relación con familiares, amigos, y entre nosotros. La vista fue exhaustiva”, recuerda Jessica.

Como parte del proceso de investigación, algunos amigos tuvieron también que escribirnos cartas de recomendación.

Pero ahora, cuatro años después del primer contacto con el juzgado de familia, Emma Luisa-Fernanda Margarita Olsson está finalmente en casa con Jessica y Mikael en Kungsängen, a las afueras de Estocolmo. Luisa-Fernanda es el nombre que le dio a Emma su madre colombiana. Los niños adoptados deben conservar al menos uno de sus nombres. Además, Jessica le habla a Emma de Colombia con frecuencia, le pone música colombiana y hay fotos de la casa en la que Emma pasó su infancia en Bogotá adornando las paredes de su habitación. “Tengo la teoría de que si Emma oye mucho la palabra Colombia, algún día preguntará por qué hablamos tanto de Colombia y, entonces, podremos explicarle que es porque ella viene de allí. Puede que después haga más preguntas y, entonces, podremos decirle que es adoptada y seguir contándole más cosas a partir de ahí”, dice Jessica. La idea es que Emma crezca sabiendo que ha sido adoptada. Jessica hace comparaciones entre este hecho y su propia cardiopatía congénita. Cuando era pequeña y había oído tantas veces la palabra cardiopatía congénita, comenzó a hacer preguntas. Sus padres se lo explicaron poco a poco. “Es mejor crecer sabiéndolo”, explica.

Las personas son diferentes

Los mejores amigos de Mikael y Jessica, que viven muy cerca de ellos, también han adoptado una niña. Y un amigo de Mikael está casado con una mujer de Zimbabue y sus hijos tienen la piel oscura. “Es genial, porque Emma ve que hay diferencias entre la gente que nos rodea y que no hay nada de extraño en ello, y que es bueno que la gente tenga diferentes aspectos”.

La primera vez que Jessica llevó a Emma a la guardería se echó a llorar de felicidad. “Ver cómo tu hijo va a la guardería puede ser algo intrascendente para la mayoría de la gente, pero no para mi”, explica.

Jessica nunca olvidará el día en que la agencia de adopción le llamó para darle noticias de Emma. “Me preguntaron: ¿Estás sentada? ¿Estás sola? Les pregunté que si teníamos que hacer más papeleo. No, no es eso. Ahora eres una madre, Jessica. Yo me puse de pie y comencé a saltar de alegría”. Eso fue el 6 de junio. Dos semanas más tarde conocían a Emma.

Ahora Jessica y Mikael han comenzado un nuevo proceso de adopción. Quieren que Emma tenga un hermano, otro niño colombiano.

“No olvides que nunca debes tirar la toalla”, se ríe Jessica, recordando su propio consejo.

Después de haber publicado esta entrevista, Jessica y Mikael han adoptado otra hija, Felicia, de China.

Autor(es): Ulrika Hallin
Última actualización: 2009-02-13