Habla con tu hijo adolescente

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La transición a la asistencia sanitaria de la vida adulta presenta muchas facetas distintas, una de las cuales es que los padres deben dar libertad a sus hijos adolescentes para que puedan asumir cierta responsabilidad con respecto a su defecto cardiaco. Los profesionales sanitarios pueden facilitar el desarrollo de este proceso incluyendo al niño en todas o algunas de las visitas del médico en los primeros años de adolescencia. En estas ocasiones, el joven deberá tener la oportunidad de resolver las dudas sobre su enfermedad y asumir su responsabilidad personal.

Tú, como padre o madre, puedes sentir preocupación o frustración durante este período de transición. Es probable que quieras saber qué pasa y quizás te preguntes si realmente se puede confiar en un adolescente para que asuma tal responsabilidad. Te garantizamos que la mayoría de adolescentes, de hecho, son capaces de ser responsables, pero durante la transición de la asistencia pediátrica a la adulta deberás ayudar a tu hijo a superar este estancamiento. Existen varios recursos que pueden resultarte útiles. También debes saber que, en realidad, los adolescentes no actúan del mismo modo que los adultos, ya que sus cerebros todavía no están plenamente desarrollados. Por tanto, la falta de atención y los despistes pueden ser completamente naturales.

También debes respetar el hecho de que los adolescentes sienten una gran necesidad de privacidad.

El cerebro

Además de los altibajos emocionales y los efectos hormonales que experimentan los adolescentes, ahora sabemos que sus cerebros no son como los de los adultos. Este conocimiento se ha obtenido estudiando la estructura del cerebro mediante la aplicación de tecnología de RMN (Resonancia Magnética Nuclear). El cerebro contiene el núcleo amigdalino, una estructura primitiva que forma parte del sistema límbico (recompensa y emoción). Allí es donde se almacenan potentes memorias emocionales. Si el núcleo amigdalino percibe algo como una amenaza, puede "secuestrar" la parte pensante del cerebro y, por ejemplo, prepararnos para huir. Cuando vemos algo que percibimos como una amenaza, digamos una araña, se envía una señal a nuestros centros sensoriales y después al núcleo amigdalino. Mientras esto sucede, una señal también va directamente al núcleo amigdalino y es esta señal la que produce que queramos huir de la araña. La señal que pasa a través de los centros sensoriales es más lenta y es susceptible de ser analizada – una araña pequeña no representa un peligro tan grande. El núcleo amigdalino es una parte del cerebro que aprende a través de la práctica y la acción. Las emociones y conductas, por lo tanto, son cosas que requieren práctica.

Los lóbulos frontales son el cerebro pensante, que aprende a través del entendimiento. Esta es la parte del cerebro que entendería, por ejemplo, el principio de Arquímedes (si un cuerpo se sumerge en una bañera, se desplazará la correspondiente cantidad de agua de la bañera). Esto es algo que sabemos y hemos aprendido, incluso aunque, en realidad, no podamos explicarlo en términos puramente científicos. Los lóbulos frontales configuran la parte de la corteza que analiza y controla cómo resolvemos los problemas y conflictos. Los lóbulos frontales analizan qué siente nuestro cuerpo y también realizan una criba de todas las impresiones visuales y auditivas que recibimos.

El cerebro adolescente

El cerebro se desarrolla desde la infancia hasta la edad de entre 25 y 30 años, momento en el que ya se le considera maduro. Es el momento en que los lóbulos frontales maduran, es decir, cuando nuestra capacidad de análisis y previsión de las consecuencias está desarrollada. La parte que tarda más en madurar es la corteza prefrontal, que es responsable de organizar, priorizar y frenar los impulsos. Así, la capacidad para prever las consecuencias de una acción no está plenamente desarrollada en un adolescente. Mientras que el proceso de maduración de la corteza es lento, el núcleo amigdalino ya se encuentra desarrollado en su totalidad en una etapa anterior. De este modo, no es extraño que un adolescente tienda a actuar basándose antes en reacciones emocionales que en las racionales. Existen también hallazgos en materia de RMN que revelan que los adolescentes interpretan las emociones de otras personas a través del núcleo amigdalino, es decir, rápida y emocionalmente, mientras que los adultos interpretan esas sensaciones con los lóbulos frontales, es decir, de forma objetiva. Lo que un adulto interpreta como una persona desdichada, un adolescente puede interpretarlo como alguien enojado.

El investigador Åke Pålshammar, especializado en el área cerebral, compara el cerebro adolescente con un coche con un motor muy potente, pero que también posee frenos de baja calidad y una caja de cambios que no funciona correctamente.

La comunicación entre las distintas partes del cerebro es algo que mejora con la práctica y con el tiempo. Dicha comunicación se desarrolla con especial intensidad durante la época de la adolescencia. Es como si se estuvieran surcando nuevas vías en el cerebro, que se consolidarán y reforzarán con el uso. También es importante para ti como adulto preocuparte por tu hijo adolescente y escucharle. Podrás ayudarle a inculcar buenos hábitos.

Crea retroacción con él

Pero, ¿cuál es la mejor manera de ayudar a tu hijo adolescente sin entrometerte en su intimidad? A veces se dice que los padres de niños con enfermedades crónicas graves pueden resultar sobreprotectores. ¿Cómo puedes transferirle a tu hijo la responsabilidad sin temor a sentir que has perdido el control o la supervisión y de tal modo que él sienta que se ha ganado tu confianza? Una conversación provechosa podrá ofrecerte un modo de conseguirlo.

Pongamos como ejemplo que le has dado un voto de confianza a tu hijo para asumir la responsabilidad de acudir a una cita con el médico solo, sin que tú le acompañes, y que se le ha pasado porque estaba jugando a fútbol con sus amigos. ¿Cómo le planteas el tema cuando hablas con él?

Debido a que su corteza prefrontal y sus lóbulos frontales no están completamente desarrollados, el adolescente reaccionará emocionalmente y a través del núcleo amigdalino, y puede enojarse mucho si le formulas la pregunta de forma equivocada o si le abordas del modo erróneo. Asegúrate de hablar con tu hijo en un momento en que no estés enojado y piensa cuál es el resultado que quieres obtener de la conversación. Ha llegado el momento de ayudar a tu hijo adolescente a adquirir nuevos hábitos o, dicho de otra manera, a abrir nuevas vías en su cerebro.

Algunos recursos útiles

  • Mantén la calma, resulta más fácil para evitar el conflicto que, como padre o madre, mantengas la calma.
  • Háblale claramente sobre tus expectativas.
  • No le critiques, con la crítica, tu hijo se sentirá atacado y es fácil que adopte una postura defensiva.
  • Ten paciencia.
  • Pasad más tiempo juntos, esto creará oportunidades para tratar temas delicados.
  • Aprende de tus propias reacciones, cuando estés a punto de enfadarte, fíjate en los efectos que crea este estado en tu organismo. ¿Aprietas las mandíbulas? Podrás ser capaz de calmarte simplemente conociendo tu propio funcionamiento interno.
  • Recurre a los  mensajes basados en el “Yo”, habla con tu hijo sobre cómo te hace sentir la situación en cuestión. “Yo, lo que creo es que…” Si utilizas mensajes “Yo”, podrás comunicarle aquello que te desagrada desde tu punto de vista, pero sin llegar a la crítica.
  • Busca un buen momento y lugar para entablar una conversación seria.
  • Escucha las necesidades y sentimientos de tu hijo.
  • No te olvides de decirle que le quieres.

En el caso que comentábamos antes sobre el olvido de la cita con el médico, tanto tú como tu hijo podríais trabajar juntos para dar con un modo de evitar que se repita este despiste. Por ejemplo, podrías proponerle que activara la alarma de su teléfono móvil para que sonara, avisándole de una cita con el médico.

Si tienes problemas en la transición de tu hijo hasta que asuma su responsabilidad personal y si se diera la oportunidad, puedes comentarlo con el asistente social o con uno de los profesionales sanitarios de la clínica cardiaca donde traten a tu hijo.

Referencias

Klingberg Torkel, Den översvämmande hjärnan [El cerebro desbordado], Natur och Kultur 2007

Kimber Birgitta and Molgaard Virginia, Älskade förbannade tonåring [Querido adolescente confundido], Natur och kultur 2009

Entrevista con Åke Pålshammar, ponente senior de conferencias de psicología de la Universidad de Uppsala, entrevista de fecha 19/02/2009

El sitio web de la Enciclopedia Nacional Sueca: www.ne.se. Fecha de acceso: 15/05/2009

Última actualización: 2010-04-05

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